Una anécdota de Conan Doyle

Sir Arthur Conan Doyle, el popular creador de Sherlock Holmes, disfrutaba gastándole a sus amigos bromas pesadas. Un día envió doce telegramas a doce amigos suyos, todos ellos personas importantes y de bastante poder. El telegrama decía “Huye inmediatamente, han descubierto tu secreto”. En menos de 24 horas los doce habían abandonado el país.

Las puertas de los sueños

Es cierto que es común encontrar a quien le moleste el hecho de haberte tomado como un maestro, pero esas molestias las ignoro, pues sé muy bien que son para la persona que has sido y eso no tiene ningún interés para mí. En cambio, yo sí retruco con la necesidad de recorrer tus tierras de promesas y de aventuras. Conoces el camino, puedes llevarnos hasta las puertas salvajes y descontroladas de los sueños. Cuando esto ocurra, me preguntaré si en realidad eras un héroe o un ángel triste que se perdió junto a Dante y a Virgilio en los abismos. Pero siempre vuelvo a encontrarte, del otro lado, con tu sombra proyectada en los círculos danzarines de la cámara del tiempo.
¡Te admiro! Por tu amor al navegante y por las antiguas canciones apasionadas de barbarie. Las prisiones de Babilonia son sombrías, pero sabemos bien que en lo profundo del corazón se ocultan prisioneros los deseos del harem. ¿Hablabas también de Istubar? ¿Te consternaba pensar que el pasado y el futuro le pertenecieran?
Otras vidas, otras suertes de perseguidores y perseguidos repiten incansablemente esta cruel ironía.

El corazón de la piedra

Arturo, el mítico Rey de Camelot, aquel legendario héroe del que se siguen contando hazañas también fue alguna vez un niño sin padres. En esos tiempos duros de descubrimiento, un gran mago le sirvió de guía para alcanzar el poder. Y una nación cantó sus glorias y sus batallas. Y los campos se llenaron de hombres que cabalgaban en los confines al compás de metales tintineantes de guerra y de triunfo. Y fue nombrado el Señor de todas las Tierras. Pero de entre esas leyendas, ninguna fue tan gloriosa como la de aquel niño tembloroso que soñaba justicia.
Aquellas noches vacías, nada le quedaba. Pero aun así sabía que en las estrellas había un padre que lo guiaba y lo protegía. Y fue su sombra la que vagó eterna hasta al fin encontrarlo. Entonces apretó los ojos y prometió no derramar ni una lágrima porque su destino era ser fuerte. Y así juró nunca olvidar y estar siempre de parte de los que sufren. Y se acercó a la piedra que prometía el fracaso y la burla, pero su deseo fue más fuerte.Desde lo hondo una llama le precedió con bendiciones hacia la roca y tembló el universo. Tembló y lloró.
La espada de la realidad sagrada y del tiempo había escogido nuevamente a un amo. Y se hizo la grieta y se elevó hacia los cielos. Desde aquel día, el niño supo que jamás volverá a ser lo mismo.

Ignel, el hermoso

La noche comenzó y se desperezó el Oscuro. Aquel despreciable ser que se arrebuja en las profundidades infernales y a cuya existencia le está conferida solo el horror y la desesperación. En ese rincón olvidado por los dioses, aquella abominación quebró la ley más sagrada y dio así a luz un hijo a quien la maldad reclamaba. Y fue el comienzo del caos, la multiplicación del odio que se esparcía en existencias demoníacas, en cuya presencia temblaban los reyes y morían las horas. Tempestades de hierro, volcanes ardientes y desde los cielos crepusculares las horrendas criaturas contemplan el mundo en una danza macabra que invocaba al todopoderoso Ignet.

Ignet, el Maldito. La bestia despiadada que hasta la negrura innombrable temió al batir de sus alas y a la fiereza descontrolada de sus deseos. Y un ejército de malditos organizó la revuelta en las esferas infernales, y las bestias ardieron entre aullidos voraces que comían del silencio impronunciable de sus voces. Pero Ignet triunfó, y el padre enfurecido abandonó el nido en las alturas para luchar contra su engendro. La batalla duró siete soles, siete lunas, y por fin de las heridas de las criaturas aladas brotaron otros dioses y otros mundos. Entonces las bestias se refugiaron y con resplandores fúnebres se anunció el ocaso de los tiempos.
Ignet, el hermoso. La bestia coronada de blasfemias que yace entre los huesos de héroes rendidos. Nadie se atreverá jamás desafiar su inclemencia ni a saquear de los fabulosos tesoros donde reposa su salvaje carne.

El unicornio negro

Criaturas en la noche gritan. Una nube de polvo se levanta. Todo negro, todo oscuridad es el firmamento. Y los viajeros se preguntan: ¿Qué tengo que hacer yo con todo esto? Pero se esconden y se arrastran, seniles y resecos, por la ciudad del Viento, por la ciudad del Sueño.
Las chispas del infierno se elevan por el aire y las rocas volcánicas burbujean entre sus negros cascos. En la grandeza de su mente no hay razones para no imaginar esta irrealidad. Su marca en la frente, su gran cuerno, lo distingue. Jamás sabrá de honores y agasajos quién no lleve en la frente un cuerno.
Su naturaleza es perfecta, pero a la vez siniestra como el mármol de una tumba. Y en las cuencas de sus ojos encendidos bien se sabe que su único orgullo fue cabalgar. Cabalgar sin amo. Cabalgar sin dueño. Cabalgar hasta alcanzar ese destino al que solo las criaturas pequeñas temen y rehúyen.

Viaje a Congreso

Viajaba en subte, tenía que bajar en Congreso o en Congreso de Tucumán, no sabía exactamente dónde.
Vivo en el sur, algunos lugares de la ciudad me son ajenos, como si se tratara de alguna de esas comidas que los médicos prohíben por el propio bien de los pacientes. De haber sido Congreso mi destino, seguramente hubiere prestado mayor atención, porque las palomas siempre me preocuparon mucho más que a los políticos. A ellas les gusta caminar entre la gente porque creen que no existe peligro en esa actividad, y por esto mismo, viven y mueren creyendo que tienen el derecho de apropiárselo todo. En cambio los políticos, son más rapaces. Seducen con sonrisas y palabras que nadie cree hasta alcanzar –a cualquier precio- los espacios más altos, los nidos más estables.
Entre políticos y palomas también hay quiénes buscan otras cosas. Estas personas son dignas de admiración. Pues ante el irremediable hecho de haber sido desfavorecidas por los envites del destino no se contentan ni con las penas ni con la bronca.
Un viejo con los ojos muertos se acerca. Me mira con la resignación que tienen los recuerdos funestos. Es otro miércoles, y en el Congreso los jubilados se siguen juntando a reclamar. ¿Para qué? ¿Por qué mejor no juntarse con los otros viejos que tiran maíces a las palomas? Muchos pronto morirán y sus reclamos pasarán a los archivos del otro jefe, ese que vive todavía más alto y que nunca se acuerda de leer petitorios. No tuve que pensar más en esto, me alejé cuando me di cuenta de que en realidad se trataba de otro sitio el que andaba buscando. Congreso de Tucumán, aquella reunión de aristócratas que habían dado independencia a nuestra gran nación en 1819. Aquella, sin lugar a dudas, era gente distinguida. ¿Será por eso que en ese otro rincón de la ciudad viva también gente muy distinguida? Sus calles están más limpias que otras calles, más iluminadas. Por momentos huelen a flores, no sé si por los perfumes de las señoritas que caminan con las bolsas de las compras o por los jardines privados de los caserones cercanos, pero huelen a velorio. Las personas que pasan me miran y saben que no soy como ellos, alguna seña particular los alerta de que pertenezco a otra parte. Desde el encierro de sus cabinas los guardias de uniforme también me miran. Desmerezco su autoridad. Quizá se me parezcan, con la distancia de que yo elegí la desobediencia a tener que mover el rabo a la bondad del patrón. Es la cárcel del carcelero. Las penas que sufren los que vigilan, y las culpas que tienen os que temen perder lo que jamás tuvieron. Mejor sigo mi camino, para qué complicar sus monotonías.
El tráfico persiste en no detenerse. Los automóviles también hablan de este trozo de ciudad agitada. Siempre llevando señores canosos que ni miran de costado ni bajan el mentón al conducir. Grandes empresarios, personajes que heredaron su título de emperador romano y pasan la vida desentramando intrigas de obscenos libertarios.
En los carteles por todas partes se lee: delivery, rebate, happy hour. Recuerdo aquellos tiempos en que teníamos que aprender inglés para pertenecer. Cuántos daños estéticos, cuánta correspondencia. La fina letra dorada de la marca arroja, como siempre, desprecio sobre el negro del cartón. Mejor regreso, creo que en realidad quedaba en otra parte. El subte de Buenos Aires deja de funcionar temprano los días domingo y mi barrio es bastante lejano, queda en esa otra extraña parte de la ciudad donde las tribus van siempre erguidas con auténtica vanidad anárquica.

Amor


Por Eve Scioscia


Horrible Minos. Fue tu cola cargada la que hundió a tu padre en desgracia.
¡Osado caminante! Entre demonios y lamentos descubres lo que todos sabemos: 
“ningún dolor más grande que el acordarse del tiempo dichoso en la desgracia”.
Miles de años más tarde, lejos de ése lugar –aunque no tanto- la historia se repite en mí.
En el amor, cuando se gana, se pierde.

El prisionero en el jardín

Nadie podrá atestiguar  que  la noble espada se encendería de rabia y mancillara el honor que le habían concedido.  Nadie podrá escribir sobre la tormenta de su filo enfurecido. Solamente dirán que la noche caía mansa en los confines del tiempo, y el jardín, secreto y divino, comenzaba a poblarse de rocas y de arena entre las aguas del entumecido estanque.
La ceremonia fue secreta: meditaron el amor hasta consumarlo.  Y entonces, la muerte se convirtió en una flor menos  agria que la deshonra, menos blanca que sus manos  y más pequeña que sus pies.
Y fue la maravilla. El sueño. El resarcimiento.
Se abrazaron al silencio para crear los soles, las tardes y también la vida.
¿Responderás con furia y con justicia a quienes adoraron tal existencia?
Las palabras que les diste solo fueron hojas muertas. En cambio yo, para ti dejo otras palabras:
No olvido. Jamás olvido.  
Esta vez, traicionaré a mis más queridos amigos para arrasar con tus reinos. 
Me sumergiré en la noche tribal del desencanto, de ahora y de siempre,  para aquietar así todos sus lamentos.

Milagro de la Semilla


¡Oh glorioso padre!
El día que comprendan
que el Uno es Todo
y el cuerpo es cuerpo
¿se rendirán ante ti los caóticos
 pájaros del cosmos?
¡Inhumano guerrero!
Tu presencia nos deja el Tao
que  proyecta sobre el abismo
el desafio a los dioses.
¡Mendigo tu gracia!
Deja que los egos de la montaña
 se derrumben,
Y hazme, redentor
tu única semilla

Fuego




Era la noche del dios nacido
y de sus santos que conspiraron
y se reunieron bajo la rueda
y maldijeron entre murmullos
que  conjuraban la nueva era
que ardió en silencio desde las llamas
de la condena de un solo hombre
que  fue nombrado como  tirano
y en su memoria se combatieron
y se mataron y se vengaron
y  levantaron en el desierto
un templo santo de hombres de hierro 
que bendecían y consagraban
a la leyenda en el imperio
de los espejos que revelaron
los otros templos que persiguieron
esa verdad de letra ostentosa
y  persignada  de traidores
que le entregaban al rey eterno
aquella Roma
aquel incendio

Decálogo literario. Lo que todo escritor debería hacer.


Con la participación de la consagrada escritora Sol Romero

  • Escriba siempre para el éxito. Si sólo escribe para sí mismo mejor póngase un maxikiosco.
  • Practique su escritura todos los días. Cada vez que no lo haga, autoflagélece con versos de Goethe o de Neruda según su grado de esnobismo.
  • Mienta al prójimo de la misma manera que le gustaría que le mientan a usted mismo.
  • Nunca escuche a los críticos. Son gente de porquería que además de no comprenderlo, envidian su genio.
  • Y si todo esto no funciona, sólo haga como Sábato y mójele la oreja a los grandes. (siempre da resultado)

Ophlin


Sería inapropiado fantasear que Oplhin es una ciudad portuaria, pues carece de puertos, de muelles, de embarcaciones, de marinos y de toda esa actividad incesante que suelen tener las ciudades portuarias.
En lugar de eso, se la puede describir como una gigantesca maza de tablas, nudos y amarres, que se expande sobre el mar, desafiante y caprichosa. Dadas sus dimensiones, una gaviota desde su vuelo podría confundirla con un islote. No obstante, fue la mano del hombre y no la de los dioses quien tuviera el atrevimiento de crear semejante lugar.
Su estructura, calles, viviendas y comercios, están improvisados sobre bloques de madera y troncos amarrados, enmohecidos y putrefactos por los años, castigados por el oleaje, la sal y los vientos.
Entre mástiles y velas, prosperan las granjas con sus cultivos y animales de crianza. No es raro encontrar también árboles y hasta pequeñas alimañas que pululan en un habitad casi natural.
Ophlin, a diferencia de otras ciudades, no tiene una forma establecida ni es posible construir un mapa que sea de utilidad. Su anatomía cambia según lo dispongan los enormes bloques flotantes que la conforman; y estos a su vez, según el antojo de sus habitantes.
No hay gobierno general establecido, y no existe otra ley que la del sentido común.
La vida en Ophlin es simple: las mañanas son ardientes, los atardeceres ocre, y las noches azulinas. En las tabernas los hombres ríen y festejan canciones de borrachera; las calles, jamás silenciosas, susurran historias de trifulcas fabuladas, de tesoros escondidos y de apariciones abominables.
Ophlin no está conectada con ninguna otra urbe. No existen rutas de acceso ni de comercio, pues como sus pobladores necesitan poco la ciudad se autoabastece.
A este lugar solo se llega por milagro y nadie se ha preguntado jamás como salir.
Dioses con tridentes velan por ella, ahuyentando vientos, tempestades y curiosos.
Por las noches se relatan historias de naufragios para asustar a los chicos, que se duermen temerosos prometiendo ser más buenos al día siguiente.

Amazonas: otra idea de belleza por Eve Scioscia.


Etimológicamente, el nombre de las míticas amazonas deriva del a (privativo) + mazos (seno) haciendo referencia a la amputación del seno derecho que todas se hacían para tener mayor destreza en batalla.
Como se ve, desde la antigua Grecia hay referencias a la fortaleza femenina: estas mujeres habían formado su propio país, en el que los varones no cumplían más función que evitar la extinción. Cuando un niño nacía de esas concepciones era sacrificado, pues sólo las mujeres eran dignas de aprender el trabajo en el campo, la cacería y arte de la guerra. Por estas cuestiones se las representó en la literatura como un adversario que amenazaba la masculinidad de los héroes.
A partir del siglo XX cambió el enfoque sobre el mito: hoy se cree que la meta de los héroes masculinos era ganarse su respeto para convertir en aliadas a esas poderosas y bellas mujeres. Decimos que evolucionamos como sociedad. Que se respeta a la mujer más que antes. Que por eso somos más civilizados… Las amazonas cortaban sus pechos porque así podían ganar en la guerra. Hoy las mujeres se hacen cirugías para “mejorar su estética” siguiendo la moda del momento. Entonces ¿Cuál es el lugar que las mujeres quieren tomar?: el de las dueñas de su vida -que intentan dar lo mejor de sí y sirviéndose de su cuerpo como herramienta para lograrlo- o el de simple estereotipos inertes. Miremos un poco para atrás, porque parece que en unas cuantas cosas pensábamos mejor…

Nota de autor: esta humilde servidora no intenta argumentar nada, no quiere crear la idea de feminismo y, por sobre todas las cosas, no se hace responsable de los debates –literario y/o ideológicos- que surjan de esto. Sólo escribe lo que se le ocurre en el momento.

La consumación de Moroni

“Pasarán suplicios,  imágenes y cifras
Hasta que el Creador ordene a sus ángeles
Que lo intenten nuevamente.”






En la primavera de 1823 mientras algunos patriotas estadounidenses complotaban la Doctrina Monroe, otro americano, Joseph Smith meditaba acerca de sus pecados y de la vida promiscua a la que los impulsos de su juventud lo habían arrastrado.
Tal era su reconcomio y su dolor por lo acontecido, que aquella noche del 21 de septiembre rezó con mayor ímpetu que nunca; rezó al Señor con toda la fuerza de su arrepentimiento.
Fue entonces cuando una luz brillante y amarillenta descendió desde el techo hasta inundar de calidez toda la habitación.
-No temáis Joseph porque Moroni es mi nombre–dijo la criatura celestial vestida en túnica blanca que flotaba en el aire junto a su lecho-. He venido en nombre de tu Dios para instruirte en Santa Misión.
Entonces el ángel le habló de Urim y Thummim[1], y sobre todo, le habló del libro y de sus virtudes.
El libro era de oro puro y contenía las leyes que debían ser conocidas por los hombres. Estaba escrito en una lengua antigua, indescifrable, quizá un egipcio arcaico o codificado. Hasta esa primavera, ningún otro mortal había tenido el privilegio de contemplarlo.
El ángel Moroni entregó a Joseph un extraño artefacto con varias lentes y espejos superpuestos. En los marcos ovoides yacían piedras preciosas incrustadas. A través de este artefacto la Escritura de Dios podía comprenderse. Tras esto, se despidió de Joseph y retornó a los cielos, llevándose consigo a Urim, Thurim y también el Libro Santo.
Ante la revelación, el bienaventurado Smith escribió otro libro al que se llamó “El Libro de Mormón” y bajo esta piedra angular fundó “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días”.
Toda su vida dedicó a esta causa y así enfrentó implacable a todos sus enemigos. Muchos años más tarde el movimiento logró imponerse entre las religiones. No obstante, Joseph Smith también mintió.
El Libro de Mormón no fue escrito con lo que el profeta verdaderamente había leído en aquel encuentro. Una prostituta del estado de Illionis, que aseguraba conocer la verdad, resolvería finalmente el misterio.
Había conocido al profeta en un club nocturno durante una de sus tantas borracheras y había pasado la noche con él. Nunca se lo hubiera preguntado ni tampoco le interesaba en absoluto el tema, pero Smith le había hablado durante toda la noche del ángel y del libro.
-He visto las tres esferas –murmuraba Smith con ojos desorbitados–. ¡Maldita sea! ¡Las he visto! ¡Y lo único que pude hacer fue predicar!
El bienaventurado Smith temblaba de terror ante sus propios recuerdos. Luego, entre lamentaciones alcohólicas y respiraciones agitadas, explicó el verdadero contenido del libro.
-La Primera Esfera es matemática y corresponde a la Verdad Absoluta. El universo es tan sólo un mero cálculo; un cálculo infinito y versátil que Él en su misericordiosa sabiduría intuye[2] y esclarece.
A cada alma corresponde una cifra y a cada plegaria un signo. Los resultados se anexan al cálculo primordial y a esta ley el Creador llamósele  Destino y los hombres llamáronle Tiempo.
La Segunda Esfera es geométrica y corresponde a la Forma en la que la Creación se manifiesta y percibe. A pesar de su engañosa complejidad, el universo no es más que una elemental combinación de formas geométricas. No existe unidad alguna que no pueda ser descompuesta en sus bases elementales y vuelta a reconstruir. A esta respiración cósmica se permitió llamársele vida pero también llamósele muerte.
La Tercera Esfera es abstracta, inmaterial e incorpórea. En ella se dispersa todo aquello que no puede fraguarse en los dos anteriores sentidos de la existencia. Es el Caos, lo Impensable; es también lo Imperceptible y lo Profano.
El Bienaventurado vació el whisky hasta el fondo para refrescarse la boca, suspiró  y luego comenzó a sacudir a la muchacha con ambos brazos como si deseara que despertase de algún letargo.
-Quien abra los ojos al abismo renegará de Dios, desafiará sus leyes y será condenado a una realidad eterna y sin sentido[3]. ¡El Señor se apiade de aquellas desdichadas criaturas!
La prostituta no entendió casi nada de todo el sermón que acababan de recitarle. De todos modos, prefería tener que soportar al “santurrón” en lugar de que le hubiese tocado el “bravucón pendenciero” o el “abandonado por su mujer”. Estas eran generalmente sus posibilidades para una noche de trabajo.
De una cosa estaba bien segura: no pensaba rebajarle ni un solo centavo a este hombre por más de que perdiera su tiempo en lugar de disfrutar de ella.
En alguna parte de los reinos celestiales, Moroni sentado a la diestra del Padre se perdía en meditaciones:
Lo terrible de la humanidad no era el libre albedrío que corrompe al Cálculo, ni las formas indebidas de pensamiento en que se condensan los infiernos. Ni siquiera el hecho de que los santos, las putas y las revelaciones suelan tener acuerdo tácito para la ilustración redentora. Lo terrible, concluía Moroni, lo que atenta subversivamente contra toda posibilidad de comprensión teológica, es simplemente aquella impertinente palidez religiosa que tanto obsesiona a los hombres.

[1] En la antigua religión israelita estas palabras remiten a “luz” y a “inocente” respectivamente. Para la Iglesia de todos los Santos representan las tabillas de plata que el ángel Moroni entregara al profeta Nefi en el año 150 a. C. Evidentemente el autor se equivoca al aseverar que fuera Joseph Smith el destinatario de estas tablas sagradas.
[2]En la intuición se manifiesta el conocimiento divino. Se trata de un modo de conocimiento perfecto y directo que desconoce el entorpecimiento de la razón
[3] El tormento del infierno para el alma humana consiste en la privación de las otras dos esferas que son las que ponen orden en cuanto a la forma y al espacio-tiempo del universo.

Trepanación: ¿Ritual mágico o "alto viaje"?

Mientras observaba en una fiesta como algunos de sus colegas se ponían cabeza abajo,  el Dr. Bart Huges tuvo una brillante idea: perforarse la cabeza con un minitaladro para alcanzar la "iluminación".
Médico holandés graduado  –aunque nunca ejerció–, el Dr. Bart Huges no fue el primero en concebir este experimento. Existen indicios  en cadáveres encontrados en la región Andina, en África y en los Balcanes de lo que se trataría en realidad de una práctica muy antigua.
La trepanación del cráneo humano ha sido una experiencia habitual entre las culturas primitivas de América y también en todas aquellas civilizaciones que hoy se pueden vincular al chamanismo. También fue utilizada hasta fines del siglo XVIII por la neurología emergente para “aliviar” los síntomas de  las psicosis y otras enfermedades mentales (método que más tarde fuera reemplazado por los electroshocks y finalmente  los psicofármacos de nuestros días).
Los hombres primitivos creían que mediante la  práctica de la  trepanación era posible expulsar a los espíritus malignos invasores y exonerar, de esta manera,  el alma inmortal.
Esta experiencia religiosa, pero también curativa, estaba relacionada íntimamente con los llamados estados perceptivos de la conciencia (un cráneo trepanado no solo aumentaría el flujo sanguíneo en la zona del cerebro sino que también expandiría  el esquema con el que el psiquismo organiza a  la realidad).
El fenómeno también ha sido reconocido por la antropología y se le atribuye como causa primera la propia evolución de la especie humana. Se cree que en el momento en que el homo sapiens adquirió su posición erguida, su cerebro sufrió a la vez una descompensación en el flujo sanguíneo a causa del incremento de gravedad.
Esto produjo por un lado ciertas ventajas en el terreno evolutivo del pensamiento pero como consecuencia el hombre habría perdido algunas capacidades relacionadas a su intuición.
La práctica de la trepanación hace unos 5000 años habría favorecido a la recuperación de esa capacidad intuitiva perdida y también habría contribuido a aliviar los dolores de cabeza provocados por el cambio evolutivo.
En 1965 el Dr. Bart Huges presentó esta tesis para fomentar el arte de la trepanación entre la comunidad científica de su tiempo, explicitando que era necesario que cada ciudadano del mundo se sometiera a esta práctica para alcanzar la verdadera libertad individual. Naturalmente fue tomado por chiflado y encerrado en un manicomio. 
Algunos años después dos discípulos suyos continuaron su legado. El primero llamado Joseph Mellen perforó dos veces su propio cráneo siguiendo las indicaciones de Huge pero falló. Fue en un tercer intento cuando aparentemente consiguió su objetivo, o al menos desistió de seguir perforándose.  Su novia, una británica llamada Amanda Fielding  quedó tan encantada con la idea que lanzó su propia candidatura para presidenta con la proposición de incluir trepanaciones gratuitas en el sistema de salud pública de su país si la elegían.
Obtuvo 39 votos la primera vez y 140 la segunda. No se presentó una tercera vez.
Finalmente , quizá decepcionada por su breve vida política, consiguió un cirujano –los hechiceros chamanes no abundan en estos tiempos modernos– lo suficientemente jugado como para que le perforase el cráneo y también “iluminarse”.
Bart Huges falleció a los setenta años en el 2004 pero sus teorías siguen en pie de guerra. Una organización liderada por el neurólogo Peter Alvorson  quien además de continuar las investigaciones del médico holandés ofrece desde su página web un singular servicio:
 Aquel que desee vivir permanentemente  “colocado” ahora puede hacerlo mediante la trepanación de su propio  cráneo con tan solo llenar el siguiente formulario: http://www.trepan.com/.

Descargo de responsabilidad: el autor de esta nota no comparte necesariamente lo que expone en este artículo; no es brujo, chamán, ni tiene relación alguna con la organización Trepan; no vende ni consume drogas que puedan alterar sus estados perceptivos; no está de acuerdo conque le taladren la cabeza a nadie. Solamente investiga y escribe todo esto para aprobar una materia del profesorado donde cursa literatura.

Venganza caníbal: Comeos los unos a los otros por Eve Scioscia

Unas damas de alcurnia londinenses quisieron burlarse de los orígenes de Liliuokalani –última monarca de Hawai-. Fue entonces cuando la reina afirmó estar al mismo nivel que ellas, pues también corría sangre inglesa por sus venas.
El comentario despertó las risas de las señoras, que retrucaron diciendo: “¿acaso algún marino aventurero embarazó a una de vuestras abuelas?”. Muy tranquilamente la reina respondió: “en verdad, queridas condesas, fue mi bisabuelo quién cenó el corazón del capitán James Cook en el siglo pasado, cuando intentó tomar nuestras tierras haciéndose pasar por un Dios”.

Curiosamente, el Día de San Valentín del año 1779, el gran navegante inglés James Cook fue devorado por nativos de Hawai. Éstos se rebelaron al descubrir que Cook y sus marinos intentaban ingresar a la isla a través de un engaño. El castigo que recibieron fue terrible. Los nativos, enfurecidos por la afrenta, arrancaron los corazones ingleses y prepararon un banquete en honor a los reyes y príncipes del lugar.

Tan mágica como la celebración, es la ironía de pensar que el capitán Cook fue cocinado

Los estudiosos afirman que el canibalismo ha tenido diversos fines según época y cultura. Los más notables eran: venganza ante los enemigos, purificación de las almas en rituales shamánicos o simple placer gastronómico. ¡Por supuesto, sin ser uno excluyente del otro!
Sin embargo, el más interesante a mi entender, es aquel que pronuncia devorar a otros para adquirir de ellos las cualidades que se creen admirables.

Borges escribía en su Informe: «Devoran los cadáveres crudos de los hechiceros y de los reyes, para asimilar su virtud. Les eché en cara esa costumbre; se tocaron la boca y la barriga, tal vez para indicar que los muertos también son alimento o -pero esto acaso es demasiado sutil- para que yo entendiera que todo lo que comemos es, a la larga, carne humana».

La sociedad inglesa es bien conocida por su estricta moral, clase y sus buenas costumbres. ¿Se habrán tenido en cuenta estas cuestiones en el momento en que fueron devorados los soberbios corazones?

Acerca de los banquetes

Se dice que en el mundo antiguo, el banquete era una pequeña fiesta donde además de servir exóticos y exquisitos platos, se hacían diferentes tipos de representaciones para homenajear al señor de la casa.
Cada comensal podía asumir una posición sobre determinado tema -filosófico, político o moral- o representar a algún personaje ilustre.
Si el señor de la casa tenía a su servicio a algún filósofo o gramático lo hacía tomar la palabra para entretener a los convidados.
Había intermedios musicales con danzas y cantos ejecutados por profesionales.
En nuestros banquetes, también se sirven exóticos platillos cuyos ingredientes fueron rescatados de entre el polvo de los tiempos. Los convocamos, queridos invitados, a saborear esta selección de relatos, personajes y momentos históricos que hemos preparado para celebrar el festín.

¡Bon appétit!
Eve "La lluvia que limpia el cristal"
Guillermo "El destajador de brillos"

Escribir en la cuerda floja

En 1859, el Gran Blondin cruzó el Niágara caminando por una cuerda floja y los reyes de Inglaterra lo aplaudieron. Años más tarde repitió esta hazaña con algunas variantes: cruzó con los ojos vendados; caminando con zancos; arrastrando una carretilla y hasta en cierta oportunidad se detuvo a mitad del trayecto para preparar y comerse un omelete.
Cansado de cubrir el evento, o quien sabe solo por desafío, un periodista instigó:
-No entiendo para que venir cada año a entrevistar a un hombre que se propone cruzar el Niágara, sabiendo de antemano que lo cruzará.
-¿Está seguro de que lograré cruzar? –preguntó el Gran Blondin al periodista.
-Absolutamente seguro –replicó el periodista retador.
-Pues me alegro mucho entonces –agregó Blondin con cierto tono de malicia en la voz-, porque esta vez lo cruzaré cargándolo a usted en andas.
Aunque confieso haberme tomado ciertas libertades para narrar esta anécdota acerca del Gran Moldín, me pareció interesante exponer cierto paralelismo entre el momento de decidir producir un texto y el de realizar una peligrosa prueba de muerte.
¿Si escribir no fuera comparable a una peligrosa prueba de muerte? ¿Por qué entonces cuesta tanto escribir?
Me gustaría en este apartado, sin quiméricas ostentaciones ni fórmulas mágicas, realizar algunas reflexiones sobre el momento de escribir y ver, de este modo, si es posible elaborar una guía que ayude al joven escritor a superar todo obstáculo para así poder alcanzar el otro lado.

1- El deseo de escribir
Aristóteles, que algo sabía, afirmaba que solo hay una fuerza motriz para toda acción humana y la llamó “deseo”.
El deseo, la gran fuerza que antecede a cualquier proeza, es el combustible que alimenta la maquinaria necesaria para que una persona se proponga cruzar el Niágara o escribir un texto. Sin deseo –propio o ajeno- nada ocurre.
¿Será por esto que la mayoría de las guías de escritura comienzan preguntándose para qué escribir? ¿Qué mecanismos subyacen en la voluntad del autor? ¿Por qué se propone dedicarse a una tarea tan ardua? ¿Camina por la cuerda por vanidad? ¿Espera alguna recompensa?
Existen tantas preguntas como respuestas que puedan surgir de estas reflexiones. Cada uno de ustedes, sabrá juzgar y aprovechar las suyas.
Lo importante, y seguramente por esto será que habrás llegado hasta aquí, es que en este mismo momento en algún rincón de tu inconsciente se está gestando una idea. Una idea que quiere ser expresada por escrito. Que enfurece por atravesar el abismo del olvido y llegaren zancos hasta el otro lado. ¿Cómo hacerlo? De momento, no la pierdas. Anota tu idea con las palabras más claras en una hoja de papel, y tal vez al terminar este de leer este artículo puedas hacer algo con ella.

2- Ponerse en forma
El Gran Blondin fue enviado a la prestigiosa École de Gymnase a la edad de cinco años, donde recibió un duro entrenamiento como acróbata. Tras prepararse en diversas disciplinas gimnásticas hizo su presentación  pública y recibió el apodo de “La Pequeña Maravilla”
Ponerse forma para escribir un texto no es tan distinto. Es necesario ejercitarse frecuentemente en diversas disciplinas lingüísticas para mejorar nuestras capacidades.
Lecturas críticas; teorías literarias; análisis metalingüísticos son algunos de los ejercicios que poco a poco irán fortaleciendo la musculatura del escritor en formación.
Tal como sucede en una rutina de ejercicios físicos, el éxito del entrenamiento se logra mediante la adecuada combinación de prácticas -y estas son diferentes según las características innatas del sujeto-, por lo que se recomienda estar atento a las propias transformaciones internas según el recorrido que se realice.
Un buen lugar por donde empezar es reconocer el género discursivo en el que estés interesado trabajar. De este modo, mediante una lectura crítica o un análisis metalingüístico podrás detectar principios constructivos; usos del campo semántico; reconocer estilos, innovar y reescribir.
Las posibilidades son multiples.

3- Retroceder (siempre), rendirse jamás
"El Gran Blondin decidió cruzar intrépidamente por la débil soga y pensaba que se iba a caer, pero no le importaba, porque se había decidido y creyó en lo que hacía, y se había preparado con vehemencia, sin embargo no esperaba que el viento soplara cruelmente sobre su pálido e insoslayable rostro y lo torciera, por eso casi se cae al agua, pero al final le salió bien y llego del otro lado de la orilla, donde la gente lo aplaudió infatigablemente por la hazaña."

Habrán podido notar en el párrafo –mi intención fue que se note– cierta irregularidad en la composición de la prosa. La idea de la que partí era narrar el cruce del Niágara que realizara el Gran Blondin, e imprimirle al relato algunos rasgos novelescos. ¿Cuál fue la falla? ¿Cómo se puede solucionar?
Todos los textos, absolutamente todos, no están completos hasta no haber pasado por uno o varios procesos de corrección. La corrección de un texto, trasciende la mera corrección ortográfica (para eso bastaría la PC, y aun así hay que prestar atención). Se trata de un proceso de  ordenamiento, selección, reemplazo y acortamiento.
Veamos como se resolvería este caso en particular, después de que el texto haya atravesado por este proceso de correción.

"El Gran Blondin decidió cruzar por la soga floja. No le importaba que pudiera caerse. Se había preparado minuciosamente y ya lo había decidido. El viento soplaba cruel, pero su rostro ni siquiera tembló en todo el trayecto. La gente que esperaba del otro lado lo aplaudió infatigablemente cuando logró la hazaña."

Mucho más claro, ¿Verdad? La clave de la corrección se encuentra en la economía del mensaje, siempre cuando esa economía no altere el contenido. Si bien lleva algún esfuerzo y práctica, no es necesario volverse un experto en morfología para aprender a ser sintético. Un buen lugar para comenzar sería eliminar aquellos adjetivos que no agregan ni quitan nada al relato y una buena selección de tiempos verbales.

4- Aprender de lo aprendido
Por último -y no menos importante-, hay que aprender de lo aprendido. Si llegamos a una de esas situaciones de escritura, donde por más que nos esforcemos y hayamos aplicado todos los puntos anteriores, nos cuesta decir algo por escrito, sería útil registrar esa dificultad en una ficha de escritura para futuras consultas. De este modo, conocerás mejor tus dificultades y las tendrás más presentes a la hora de realizar lecturas críticas. Es posible que alguno de los autores de  los que lees frecuentemente haya estado en situaciones similares, y que su experiencia y conocimiento lo haya llevado a resolver estas situaciones. Analiza las estructuras de su prosa y fíjate como tu autor favorito resolvió estos problemas.

Por último, y para cerrar este banquete aderezado con las hazañas de un hombre muy valiente (y muy preparado), te recordamos que Blondin no solo cruzó varias veces el Niagara sino que cada vez lo hacía con mayor facilidad. Ten en cuenta que cada texto que escribas, el próximo será más fácil por lo que tendrás que agregar también un desafió que dificulte la prueba.
Si haces esto como práctica, sin duda tu escritura mejorará tanto que estarás en condiciones de cargarte encima a cualquier crítico que intente restarle mérito a tus trabajos, y alcanzar el otro lado.