Decálogo literario. Lo que todo escritor debería hacer.


Con la participación de la consagrada escritora Sol Romero

  • Escriba siempre para el éxito. Si sólo escribe para sí mismo mejor póngase un maxikiosco.
  • Practique su escritura todos los días. Cada vez que no lo haga, autoflagélece con versos de Goethe o de Neruda según su grado de esnobismo.
  • Mienta al prójimo de la misma manera que le gustaría que le mientan a usted mismo.
  • Nunca escuche a los críticos. Son gente de porquería que además de no comprenderlo, envidian su genio.
  • Y si todo esto no funciona, sólo haga como Sábato y mójele la oreja a los grandes. (siempre da resultado)

Ophlin


Sería inapropiado fantasear que Oplhin es una ciudad portuaria, pues carece de puertos, de muelles, de embarcaciones, de marinos y de toda esa actividad incesante que suelen tener las ciudades portuarias.
En lugar de eso, se la puede describir como una gigantesca maza de tablas, nudos y amarres, que se expande sobre el mar, desafiante y caprichosa. Dadas sus dimensiones, una gaviota desde su vuelo podría confundirla con un islote. No obstante, fue la mano del hombre y no la de los dioses quien tuviera el atrevimiento de crear semejante lugar.
Su estructura, calles, viviendas y comercios, están improvisados sobre bloques de madera y troncos amarrados, enmohecidos y putrefactos por los años, castigados por el oleaje, la sal y los vientos.
Entre mástiles y velas, prosperan las granjas con sus cultivos y animales de crianza. No es raro encontrar también árboles y hasta pequeñas alimañas que pululan en un habitad casi natural.
Ophlin, a diferencia de otras ciudades, no tiene una forma establecida ni es posible construir un mapa que sea de utilidad. Su anatomía cambia según lo dispongan los enormes bloques flotantes que la conforman; y estos a su vez, según el antojo de sus habitantes.
No hay gobierno general establecido, y no existe otra ley que la del sentido común.
La vida en Ophlin es simple: las mañanas son ardientes, los atardeceres ocre, y las noches azulinas. En las tabernas los hombres ríen y festejan canciones de borrachera; las calles, jamás silenciosas, susurran historias de trifulcas fabuladas, de tesoros escondidos y de apariciones abominables.
Ophlin no está conectada con ninguna otra urbe. No existen rutas de acceso ni de comercio, pues como sus pobladores necesitan poco la ciudad se autoabastece.
A este lugar solo se llega por milagro y nadie se ha preguntado jamás como salir.
Dioses con tridentes velan por ella, ahuyentando vientos, tempestades y curiosos.
Por las noches se relatan historias de naufragios para asustar a los chicos, que se duermen temerosos prometiendo ser más buenos al día siguiente.

Amazonas: otra idea de belleza por Eve Scioscia.


Etimológicamente, el nombre de las míticas amazonas deriva del a (privativo) + mazos (seno) haciendo referencia a la amputación del seno derecho que todas se hacían para tener mayor destreza en batalla.
Como se ve, desde la antigua Grecia hay referencias a la fortaleza femenina: estas mujeres habían formado su propio país, en el que los varones no cumplían más función que evitar la extinción. Cuando un niño nacía de esas concepciones era sacrificado, pues sólo las mujeres eran dignas de aprender el trabajo en el campo, la cacería y arte de la guerra. Por estas cuestiones se las representó en la literatura como un adversario que amenazaba la masculinidad de los héroes.
A partir del siglo XX cambió el enfoque sobre el mito: hoy se cree que la meta de los héroes masculinos era ganarse su respeto para convertir en aliadas a esas poderosas y bellas mujeres. Decimos que evolucionamos como sociedad. Que se respeta a la mujer más que antes. Que por eso somos más civilizados… Las amazonas cortaban sus pechos porque así podían ganar en la guerra. Hoy las mujeres se hacen cirugías para “mejorar su estética” siguiendo la moda del momento. Entonces ¿Cuál es el lugar que las mujeres quieren tomar?: el de las dueñas de su vida -que intentan dar lo mejor de sí y sirviéndose de su cuerpo como herramienta para lograrlo- o el de simple estereotipos inertes. Miremos un poco para atrás, porque parece que en unas cuantas cosas pensábamos mejor…

Nota de autor: esta humilde servidora no intenta argumentar nada, no quiere crear la idea de feminismo y, por sobre todas las cosas, no se hace responsable de los debates –literario y/o ideológicos- que surjan de esto. Sólo escribe lo que se le ocurre en el momento.

La consumación de Moroni

“Pasarán suplicios,  imágenes y cifras
Hasta que el Creador ordene a sus ángeles
Que lo intenten nuevamente.”






En la primavera de 1823 mientras algunos patriotas estadounidenses complotaban la Doctrina Monroe, otro americano, Joseph Smith meditaba acerca de sus pecados y de la vida promiscua a la que los impulsos de su juventud lo habían arrastrado.
Tal era su reconcomio y su dolor por lo acontecido, que aquella noche del 21 de septiembre rezó con mayor ímpetu que nunca; rezó al Señor con toda la fuerza de su arrepentimiento.
Fue entonces cuando una luz brillante y amarillenta descendió desde el techo hasta inundar de calidez toda la habitación.
-No temáis Joseph porque Moroni es mi nombre–dijo la criatura celestial vestida en túnica blanca que flotaba en el aire junto a su lecho-. He venido en nombre de tu Dios para instruirte en Santa Misión.
Entonces el ángel le habló de Urim y Thummim[1], y sobre todo, le habló del libro y de sus virtudes.
El libro era de oro puro y contenía las leyes que debían ser conocidas por los hombres. Estaba escrito en una lengua antigua, indescifrable, quizá un egipcio arcaico o codificado. Hasta esa primavera, ningún otro mortal había tenido el privilegio de contemplarlo.
El ángel Moroni entregó a Joseph un extraño artefacto con varias lentes y espejos superpuestos. En los marcos ovoides yacían piedras preciosas incrustadas. A través de este artefacto la Escritura de Dios podía comprenderse. Tras esto, se despidió de Joseph y retornó a los cielos, llevándose consigo a Urim, Thurim y también el Libro Santo.
Ante la revelación, el bienaventurado Smith escribió otro libro al que se llamó “El Libro de Mormón” y bajo esta piedra angular fundó “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días”.
Toda su vida dedicó a esta causa y así enfrentó implacable a todos sus enemigos. Muchos años más tarde el movimiento logró imponerse entre las religiones. No obstante, Joseph Smith también mintió.
El Libro de Mormón no fue escrito con lo que el profeta verdaderamente había leído en aquel encuentro. Una prostituta del estado de Illionis, que aseguraba conocer la verdad, resolvería finalmente el misterio.
Había conocido al profeta en un club nocturno durante una de sus tantas borracheras y había pasado la noche con él. Nunca se lo hubiera preguntado ni tampoco le interesaba en absoluto el tema, pero Smith le había hablado durante toda la noche del ángel y del libro.
-He visto las tres esferas –murmuraba Smith con ojos desorbitados–. ¡Maldita sea! ¡Las he visto! ¡Y lo único que pude hacer fue predicar!
El bienaventurado Smith temblaba de terror ante sus propios recuerdos. Luego, entre lamentaciones alcohólicas y respiraciones agitadas, explicó el verdadero contenido del libro.
-La Primera Esfera es matemática y corresponde a la Verdad Absoluta. El universo es tan sólo un mero cálculo; un cálculo infinito y versátil que Él en su misericordiosa sabiduría intuye[2] y esclarece.
A cada alma corresponde una cifra y a cada plegaria un signo. Los resultados se anexan al cálculo primordial y a esta ley el Creador llamósele  Destino y los hombres llamáronle Tiempo.
La Segunda Esfera es geométrica y corresponde a la Forma en la que la Creación se manifiesta y percibe. A pesar de su engañosa complejidad, el universo no es más que una elemental combinación de formas geométricas. No existe unidad alguna que no pueda ser descompuesta en sus bases elementales y vuelta a reconstruir. A esta respiración cósmica se permitió llamársele vida pero también llamósele muerte.
La Tercera Esfera es abstracta, inmaterial e incorpórea. En ella se dispersa todo aquello que no puede fraguarse en los dos anteriores sentidos de la existencia. Es el Caos, lo Impensable; es también lo Imperceptible y lo Profano.
El Bienaventurado vació el whisky hasta el fondo para refrescarse la boca, suspiró  y luego comenzó a sacudir a la muchacha con ambos brazos como si deseara que despertase de algún letargo.
-Quien abra los ojos al abismo renegará de Dios, desafiará sus leyes y será condenado a una realidad eterna y sin sentido[3]. ¡El Señor se apiade de aquellas desdichadas criaturas!
La prostituta no entendió casi nada de todo el sermón que acababan de recitarle. De todos modos, prefería tener que soportar al “santurrón” en lugar de que le hubiese tocado el “bravucón pendenciero” o el “abandonado por su mujer”. Estas eran generalmente sus posibilidades para una noche de trabajo.
De una cosa estaba bien segura: no pensaba rebajarle ni un solo centavo a este hombre por más de que perdiera su tiempo en lugar de disfrutar de ella.
En alguna parte de los reinos celestiales, Moroni sentado a la diestra del Padre se perdía en meditaciones:
Lo terrible de la humanidad no era el libre albedrío que corrompe al Cálculo, ni las formas indebidas de pensamiento en que se condensan los infiernos. Ni siquiera el hecho de que los santos, las putas y las revelaciones suelan tener acuerdo tácito para la ilustración redentora. Lo terrible, concluía Moroni, lo que atenta subversivamente contra toda posibilidad de comprensión teológica, es simplemente aquella impertinente palidez religiosa que tanto obsesiona a los hombres.

[1] En la antigua religión israelita estas palabras remiten a “luz” y a “inocente” respectivamente. Para la Iglesia de todos los Santos representan las tabillas de plata que el ángel Moroni entregara al profeta Nefi en el año 150 a. C. Evidentemente el autor se equivoca al aseverar que fuera Joseph Smith el destinatario de estas tablas sagradas.
[2]En la intuición se manifiesta el conocimiento divino. Se trata de un modo de conocimiento perfecto y directo que desconoce el entorpecimiento de la razón
[3] El tormento del infierno para el alma humana consiste en la privación de las otras dos esferas que son las que ponen orden en cuanto a la forma y al espacio-tiempo del universo.

Trepanación: ¿Ritual mágico o "alto viaje"?

Mientras observaba en una fiesta como algunos de sus colegas se ponían cabeza abajo,  el Dr. Bart Huges tuvo una brillante idea: perforarse la cabeza con un minitaladro para alcanzar la "iluminación".
Médico holandés graduado  –aunque nunca ejerció–, el Dr. Bart Huges no fue el primero en concebir este experimento. Existen indicios  en cadáveres encontrados en la región Andina, en África y en los Balcanes de lo que se trataría en realidad de una práctica muy antigua.
La trepanación del cráneo humano ha sido una experiencia habitual entre las culturas primitivas de América y también en todas aquellas civilizaciones que hoy se pueden vincular al chamanismo. También fue utilizada hasta fines del siglo XVIII por la neurología emergente para “aliviar” los síntomas de  las psicosis y otras enfermedades mentales (método que más tarde fuera reemplazado por los electroshocks y finalmente  los psicofármacos de nuestros días).
Los hombres primitivos creían que mediante la  práctica de la  trepanación era posible expulsar a los espíritus malignos invasores y exonerar, de esta manera,  el alma inmortal.
Esta experiencia religiosa, pero también curativa, estaba relacionada íntimamente con los llamados estados perceptivos de la conciencia (un cráneo trepanado no solo aumentaría el flujo sanguíneo en la zona del cerebro sino que también expandiría  el esquema con el que el psiquismo organiza a  la realidad).
El fenómeno también ha sido reconocido por la antropología y se le atribuye como causa primera la propia evolución de la especie humana. Se cree que en el momento en que el homo sapiens adquirió su posición erguida, su cerebro sufrió a la vez una descompensación en el flujo sanguíneo a causa del incremento de gravedad.
Esto produjo por un lado ciertas ventajas en el terreno evolutivo del pensamiento pero como consecuencia el hombre habría perdido algunas capacidades relacionadas a su intuición.
La práctica de la trepanación hace unos 5000 años habría favorecido a la recuperación de esa capacidad intuitiva perdida y también habría contribuido a aliviar los dolores de cabeza provocados por el cambio evolutivo.
En 1965 el Dr. Bart Huges presentó esta tesis para fomentar el arte de la trepanación entre la comunidad científica de su tiempo, explicitando que era necesario que cada ciudadano del mundo se sometiera a esta práctica para alcanzar la verdadera libertad individual. Naturalmente fue tomado por chiflado y encerrado en un manicomio. 
Algunos años después dos discípulos suyos continuaron su legado. El primero llamado Joseph Mellen perforó dos veces su propio cráneo siguiendo las indicaciones de Huge pero falló. Fue en un tercer intento cuando aparentemente consiguió su objetivo, o al menos desistió de seguir perforándose.  Su novia, una británica llamada Amanda Fielding  quedó tan encantada con la idea que lanzó su propia candidatura para presidenta con la proposición de incluir trepanaciones gratuitas en el sistema de salud pública de su país si la elegían.
Obtuvo 39 votos la primera vez y 140 la segunda. No se presentó una tercera vez.
Finalmente , quizá decepcionada por su breve vida política, consiguió un cirujano –los hechiceros chamanes no abundan en estos tiempos modernos– lo suficientemente jugado como para que le perforase el cráneo y también “iluminarse”.
Bart Huges falleció a los setenta años en el 2004 pero sus teorías siguen en pie de guerra. Una organización liderada por el neurólogo Peter Alvorson  quien además de continuar las investigaciones del médico holandés ofrece desde su página web un singular servicio:
 Aquel que desee vivir permanentemente  “colocado” ahora puede hacerlo mediante la trepanación de su propio  cráneo con tan solo llenar el siguiente formulario: http://www.trepan.com/.

Descargo de responsabilidad: el autor de esta nota no comparte necesariamente lo que expone en este artículo; no es brujo, chamán, ni tiene relación alguna con la organización Trepan; no vende ni consume drogas que puedan alterar sus estados perceptivos; no está de acuerdo conque le taladren la cabeza a nadie. Solamente investiga y escribe todo esto para aprobar una materia del profesorado donde cursa literatura.

Venganza caníbal: Comeos los unos a los otros por Eve Scioscia

Unas damas de alcurnia londinenses quisieron burlarse de los orígenes de Liliuokalani –última monarca de Hawai-. Fue entonces cuando la reina afirmó estar al mismo nivel que ellas, pues también corría sangre inglesa por sus venas.
El comentario despertó las risas de las señoras, que retrucaron diciendo: “¿acaso algún marino aventurero embarazó a una de vuestras abuelas?”. Muy tranquilamente la reina respondió: “en verdad, queridas condesas, fue mi bisabuelo quién cenó el corazón del capitán James Cook en el siglo pasado, cuando intentó tomar nuestras tierras haciéndose pasar por un Dios”.

Curiosamente, el Día de San Valentín del año 1779, el gran navegante inglés James Cook fue devorado por nativos de Hawai. Éstos se rebelaron al descubrir que Cook y sus marinos intentaban ingresar a la isla a través de un engaño. El castigo que recibieron fue terrible. Los nativos, enfurecidos por la afrenta, arrancaron los corazones ingleses y prepararon un banquete en honor a los reyes y príncipes del lugar.

Tan mágica como la celebración, es la ironía de pensar que el capitán Cook fue cocinado

Los estudiosos afirman que el canibalismo ha tenido diversos fines según época y cultura. Los más notables eran: venganza ante los enemigos, purificación de las almas en rituales shamánicos o simple placer gastronómico. ¡Por supuesto, sin ser uno excluyente del otro!
Sin embargo, el más interesante a mi entender, es aquel que pronuncia devorar a otros para adquirir de ellos las cualidades que se creen admirables.

Borges escribía en su Informe: «Devoran los cadáveres crudos de los hechiceros y de los reyes, para asimilar su virtud. Les eché en cara esa costumbre; se tocaron la boca y la barriga, tal vez para indicar que los muertos también son alimento o -pero esto acaso es demasiado sutil- para que yo entendiera que todo lo que comemos es, a la larga, carne humana».

La sociedad inglesa es bien conocida por su estricta moral, clase y sus buenas costumbres. ¿Se habrán tenido en cuenta estas cuestiones en el momento en que fueron devorados los soberbios corazones?